martes, 26 de mayo de 2009

La gestante impaciente

Ser una gestante kafkiana con tendencia al surrealismo y dramatización poética tiene sus consecuencias, máxime cuando todo ello se combina en el único reducto de descanso mental que me queda: el sueño.
Pues resulta que últimamente no paro de soñar excentricidades. Si Freud me leyera, no tardaría en darme su diagnóstico, y éste tiene mucho que ver con mi impaciencia. A menudo escucho decir que el último trimestre es el mejor de todos. ¡Y un cuerno! Qué manía tan poco reconfortante nos han transmitido muestras madres (salvo la mía que puso verde su embarazo), de hacernos creer que estar embarazada es el estado de felicidad suprema. Discrepo. Estoy absolutamente segura de que el momento climax, superior e insuperable es el momento del parto, pese a que se crea que es el peor. Tiene que ser espectacular el momento de la visión del alumbramiento. Es como si el duendecillo que se manifiesta dentro de nosotros, de repente decidiera dar la cara. No veo la hora de que llegue ese momento, el mientras tanto tiene sus pros y sus contras, como todo en la vida. Que no me vengan con ñoñerías, que yo lo único que quiero es ver a Adrián.
Bueno, pues volviendo a mi sueño. Lo mío es el colmo. Anoche soñé de nuevo que daba a luz a mi bebé y como cada noche era sietemesino, salvo que esta vez el bebé aparentaba unos 12 meses de vida, estaba repeinado y vestía un trajecito de chaqueta, como si fuera un mayor. ¡Qué detalle! -- pensé en el sueño -- si ha venido vestido de domingo para conocerme, como si fuera una cita a ciegas. Y nunca mejor dicho; se trata de una cita a ciegas porque el pobre no tiene ni idea de quién soy, sólo me ha escuchado reír, llorar, gritar, cantar, callar durante horas, roncar (me acabo de enterar, pero es la postura, claro)... En fin, que las referencias que tiene de su madre son sólo acústicas y de ahí se creará una imagen de su progenitora. En cambio, yo sólo le siento darme pataditas y le veo una vez al mes a trozos y en blanco y negro. Claro que yo tengo más información de él, al menos genética y astrológica. Será leo como su papi y su mami. Menuda jaula de leones. ¿Quién será el rey? Está claro....
Lo curioso del sueño (y esto es para psicoanalizar detenidamente) es que de repente me doy cuenta de que aún no le toca nacer y le digo que lo siento muchísimo, pero que tendrá que esperar dos meses más, que si no me sale géminis y yo quería que fuera leo. El pobre, con cara de desilusión me dice:
-- Hombre mamá, que más te da, ya que estoy aquí, me quedo ¿no?
-- Ah, no no, ni hablar. Lo que me faltaba, ya nacen hablando y opinando. Tú dentro de mí otra vez y te esperas ahí dentro calladillo hasta que te toque nacer.
El pobre Adrián vestido casi de comunión, me pide que le deje quedarse, pero yo soy implacable.
-- De eso nada, y ahora te voy a afeitar la cabeza, que me vas a hacer cosquillas con el pelo. Ya te crecerá de nuevo en tu nave uterina.
Menos mal que sonó el despertador y me sacó del enredo.
Ahora lo único que quiero es que mi reloj biológico haga tic tac y dé las 12 contracciones para que anuncie su llegada y poder brindar con un buen vinito, que ya toca, menuda abstinencia.
Os dejo un video con una voz que me recuerda a la de Dario Grandinetti. Éste es el momento del que hablo, el momento de mi impaciencia. Para comérselos.



miércoles, 20 de mayo de 2009

Pataditas en código morse

Últimamente mi uteronauta se está intentando comunicar conmigo mediante patadas en código morse. Yo aún no lo pillo, pero estoy en ello. Porque no os creáis, esto tiene su miga.
Después de martirizarle con el Réquiem de Mozart durante varias semanas, cambié a música algo más marchosa, no fuera a ser que el niño me saliera melancólico o depresivo. Ya tendrá tiempo para deprimirse, motivos no le faltarán al pobre. El caso es que no ha tardado mucho en cogerle el ritmo a Ricky Martin y sus discípulos. Aunque más bien parece que me pide que le ponga a Michael Jackson. Menudo esfuerzo sacarme a mí de la música clásica y la ópera y poner esas molestias acústicas. Bueno, no voy a ir de snob, que a mí me gustan los grupos raros, muy cañeros, pero como le ponga eso al pobre me electrocuta las vísceras. Así es que me muevo por el canal latino de la tele y a mover los brazos, que es lo único que puedo mover por ahora. Parezco un teleñeco.
El caso es que aún me resulta tan raro sentir que hay un duende que camina dentro de mí y va a tientas buscando la salida, esa puertecilla que hay en el suelo por donde se llega a nuestro mundo. Y es que las puertas que nos comunican con el otro lado siempre están en el suelo, pero claro, eso él aún no lo sabe. Mientras tanto ahí lo tengo. El muy listillo ahora quiere salir intentando demoler mi tripa con los pies.
Con la claustrofobia que tengo yo y mi miedo al agua, no me gustaría estar en su pellejo. Es como si estuviera en un sarcófago acuático. ¡Qué cosa tan rara! No sé cómo pude resistirlo, o ¿es que yo nunca fui un feto? A veces me lo pregunto, pero mi madre sigue asegurándolo. Yo nací como todos los niños del mundo. Bueno, de momento me lo creeré.
Ahora me está dando un toque, creo que significa: "mamá, deja tus pajas mentales para otro momento que esto no es un blog gótico ni ninguno de tus poemarios existencialistas". No, si me ha salido sabiondo el nene.
Cuando llevo mucho rato calladita, osea, todo el tiempo, me da un repique de talones, que yo entiendo como: ¡habla, mamá, que el coco se te va a indigestar! ¡dime cariñitos! ¿No estaré gestando al clon de Shin Chan? Tiene toda la pinta.
Cuando tiene hambre ensaya penalties contra la boca de mi estómago. Os podéis imaginar cuál es el gol y cómo suena. El caso es que me tiene confundida y embelesada. No sé si quiere sacarme de dudas sobre sus aspiraciones en la vida y me está comunicando que será futbolista, bailaor de flamenco, batería en un grupo rock, boxeador, imitador de Michael Jackson, nadador estilo crol o simplemente un demoledor de tapias. Quizás sólo le dé por intentar estirarse. Me recuerda a los contorsionistas en los espectáculos de magia que se metían en una maleta y luego desaparecían. Pero claro, también tenía truco en la trampilla del suelo. Dios mío, ya empiezo a ver partos por todas partes. Si me paro a pensar, la vida es un paritorio repleto de vaginas (uy, los psicoanalistas... ya los veo poniéndome en la mesa su tests de Rorschach). Decía que la vida es un paritorio repleto de vaginas (me viene la imagen de la puerta-vagina de la casa del pintor en El lado oscuro del corazón de Subiela). Bueno, sigo. Rebobino. La vida es un paritorio repleto de vaginas (ahora me acuerdo de Fele introduciéndose en la mega vagina de su amante en Hable con ella de Almodóvar). Lo siento, no puedo acabar la frase, esto comienza a convertirse en el monólogo de la vagina. ¿Por qué la vagina da tanto juego? ¿Cómo no va a dar juego si la vagina es la puerta de la vida?
Bueno, os dejo, que Adrián me está pidiendo en código de pataleo que le ponga a Nirvana. Parezco su DJ.

martes, 19 de mayo de 2009

Cruella, la gestante mutante





La primera vez que fui a Berlín me sorprendió ver que las calles estaban repletas de niños y perros. No es que quien no tiene niños tiene perro, es que allí los perros están superprotegidos y fomentados y hasta los Punkies los coleccionan. A mí lo de los perros ni fu ni fa. En realidad sólo hay un perro en el mundo que me interese, Gabi, un bichón maltés que acaba de ser papá. El resto se puede quedar en sus cómodos sofás viendo los anuncios de scottex y pidiendo huesitos a telechucho porque no me hace ni pizca de gracia encontrármelos por la calle. Y es que vivir en una urbanización como la mía donde si no tienes un pit bull o un perro lobo asesino no eres nadie, tiene sus desventajas para alguien que tiene fobia a los perros. Considérese que está hablando la leona de castilla que pronto tendrá un leoncito entre sus brazos, no vaya a ser que los fanáticos perrunos me despellejen ellos mismos sin achucharme a sus perros.

Resulta que mi disconfort está justificado. Tengo una vecina que va por la vida decapitada (yo aún no consigo ver su cabeza por ningún sitio). Quizás la lleve en su bolso, porque eso sí, el bolso sí lo lleva bien visible. Ay, estos seres extraños que caminan decapitados..... Pues bien, esta vecina tiene perros anarquistas o republicanos (aún no lo tengo claro) que no se han dado cuenta aún de que mi Adrián este veranito será el rey del jardín y yo su protectora máxima, su guardesa, su esbirra, su lo que sea por evitar que esos chuchos se le acerquen. De momento estoy marcando mi terreno y destruyendo el suyo, casualmente situado junto a la verja de mi jardín, que se comunica con el comunitario y la piscina, así como en Melrose Place. Afortunadamente tengo en mi poder el espantachuchos, un pulverizador que huele que apesta y que les desagrada tanto que les tiene alejados de mi perímetro. Pero ocurre que los aspersores situados en ese punto estratégico borran mis huellas espantadoras de intrusos peludos y me los encuentro después echándose la siesta junto a mi verja. Pero, ¿alguien entiende que se tenga un husky siberiano en un jardín tropical? Es que no pega ni con engrudo. Bueno, no daré ideas, a ver si se les va a ocurrir cambiarlo por una pantera negra. En fin que cuando les veo ahí tumbaditos me llega el momento leona que devora todo lo que implique un peligro y entonces agarro la manguera y me pongo a enchufarles como una posesa quemándose en la hoguera. ¡¡¡Fuera, bichos descarados, usurpadores de mi tranquilidad, profanadores de mis descanso!!! Claro que los perros tienen que alucinar, "que no es para tanto, que vaya carácter se me ha puesto desde que soy una gestante, que antes pasaba de ellos". Pues no, lo que me faltaba, que estos chuchos opinaran... (La culpa es de Snoopy, que lanzó la moda de tener perros parlantes allá por los 80). Además, la cosa no se queda ahí sino que después de regarles sin piedad llamo inmediatamente al presidente, que debe de santiguarse cuando ve mi número y protesto sin parar. Menos mal que me apoya, quizás debido a mi estado, él tiene 3 hijos y bien sabrá de estas cosas.

Y lo peor no es su presencia, sino sus excrementos abonando a su antojo el jardín, los hoyos, sus pelos canosos confundiéndose con la hierba.... Ay, qué asco me da todo. En fin.... un drama que acabará en cuanto mi vecina encuentre su cabeza diminuta en su enorme bolso mezclándose con las llaves y el móvil. Mientras tanto, yo seguiré sumida en mi psicósis, combatiendo al enemigo con mi manguera a presión y mi pulverizador fétido. Creo que los niños pronto me van a cambiar de mote. ¿Seré como esas viejas paranoicas que asustan a los niños pero en versión perruna? Algo así como una Cruella de Vil en Villarrica. Ay, qué dura esta vida de gestante mutante...

miércoles, 13 de mayo de 2009

El gen tecnológico



Cuando era niña solía imitar a mi padre en cada uno de los movimientos que hacía. Desafortunadamente, mi padre no era el señor tranquilo que ahora es, sino un osado trasteador de aparatos electrónicos. Los destripaba hasta descomponer sus vísceras y creaba nuevos cacharros. Era algo parecido al creador de Frankenstein, pero tecnológico. No se daba cuenta, el pobre, de que cuando se marchaba a trabajar, su muñeca diabólica repetía sus mismos pasos. Hubo una vez que le dio por escudriñar en los entresijos de la televisión en blanco y negro, la única que teníamos por aquella época. Yo había estado a su lado sentadita, toda buena, viendo cómo desatornillaba el tubo catódico y dejaba en volandas el aparato. Y cómo no, yo hice lo mismo cuando se marchó. ¡Qué mundo tan maravilloso lleno de fusibles y cositas pequeñas! Empecé a trastear por dentro como si fuera un cirujano. Me expuse a uno de los mayores peligros que una niña tan pequeña puede tener y tuve la suerte de que tengo una madre de ésas de antes que no me perdía de vista más de diez minutos, lo justo para evitar que muriera achicharrada. El castigo no pudo con mi gen paterno. Seguí repitiendo los pasos de mi padre hasta ahora. Espero que mi vejez sea como la suya, es un hombre zen que cultiva tréboles de cuatro hojas, que después seca y utiliza para hacer cuadros, y va a todas partes con su cámara de fotos en mano fotografiando las cosas más absurdas del mundo, como la cola del pan, brujas en las administraciones de lotería, la composición de los platos en los restaurantes, etc... . Y esta cámara se ha convertido en el objeto más importante de su vida. Ahora ha cumplido su sueño frustrado de ser fotógrafo. No empezó mal. Con su primer sueldo, a los 16 años, se compró una Kodak, de ésas de fuelle, que ha seguido usando hasta que su hija, la que escribe, le regaló una cámara digital. Entonces vio el cielo abierto, podía controlar y modificar las imágenes a su antojo. Era una cámara mágica. Desde entonces, es feliz.
Yo no he heredado este gen por la fotografía. Es más, sigue vivo el del destripe. ¡Dios mío, no conservo ni una muñeca sana, están todas mutiladas y sin vísceras de bolitas! (No os preocupéis, no soy Hannibal Lecter ni llevo sus genes y me desmaya ver sangre). Menos mal que mi muñeco humano es un nene y puede heredar mis clips de Famobil, indestructibles. Pero... su papá, el Gestador mutante, sí lleva este gen y es también un gestador de imágenes. No sólo va dejando su mente en lienzos sino que le da por fotografiarlo todo. Así tiene la memoria informática, colapsada por imágenes de cualquier cosa que le inspira. Creo que he repetido patrón masculino... y el gen es ahora mucho más fuerte. No me extrañaría que nos ocurriera lo mismo que a esta parejita de padres incipientes. Veamos.



(Gracias de nuevo, Tita Ana, por el video)

Mi vecina La ciática




Dios mío, ¿qué he hecho yo para merecer esto? (Solápese mi voz a la de Carmen Maura en el papel de Gloria, con la diferencia de que yo no puedo recurrir ni a anfetaminas, ni a antiinflamatorios, ni a analgésicos, y ni a un porro de marihuana para mitigar mi dolor). Pero, ¿es posible que ahora que ha pasado lo peor de mi gestación me persiga La ciática? Porque La ciática es como esa vecina impertinente que ya sabes de antemano que algún día te vas a encontrar en la escalera.
Pues bien, ya me la encontré y casi no me ha dado tiempo ni a escaquearme; me cogió por banda, me arrinconó contra la pared y comenzó a hacerme el interrogatorio.

-- Vaya, vecina, no sabía que estabas embarazada -- me dijo con sarcasmo.
-- Pues ya ves -- respondí entre dientes.
-- Hija, si estás muy avanzada para ir de un lado a otro -- me recriminó.
-- Bueno, algo que hay que hacer para no quedarme atrapada en el sillón.

Mi temor fue in crescendo hasta que por fin llegó el momento anunciado.

-- Ah, no, no, no, eso sí que no. Tú necesitas reposo. No te preocupes que para eso están las buenas vecinas. Ala, venga, vamos al sofá que yo te hago compañía. A descansar.

Y resultó que mi vecina La ciática era fan de Annie Wilkes y me secuestró en mi casa dejándome inmovilizada, como a Paul Sheldon en Misery torturando
mi hueso sacro hasta aburrirse. Y yo mientras tanto deseando que se le quemara la casa para que saliera de la mía.

Afortunadamente, se fue, pero no me arriesgo a salir, no vaya a ser que me la encuentre en las escaleras o en el súper y le haya dado por otro personaje más escabroso, si cabe, y me deje paralítica.

martes, 12 de mayo de 2009

Érase una gestante pegada a una nariz superlativa



Uno de los efectos secundarios más graves de ser una gestante es la mutación de los sentidos. El olfato es el primer sentido que se me ha modificado. De repente todo en la vida es una gran peste. Y esa gran peste es la causante de que permanezca en perpetua huida. No sólo soy una gestante mutante sino que además hay un ejército de olores empeñado en
noquearme y encerrarme en mi casa, donde tengo control absoluto de los aromas. Ya no sé que hacer. Quizás me ponga una mascarilla a lo Michael Jackson, aprovechando el pánico de la fiebre porcina, me ponga una pinza en la nariz o me tape los orificios nasales con pastillas Devorolor.
Caminar por la calle se me está haciendo insoportable. Pero, ¿de verdad todo huele tanto? ¿siempre ha olido tanto el mundo? Mi nariz ahora es un gran detector de olores. Si la guardia civil supiera estas cosas, contrataría embarazadas en los aeropuertos en vez de perros para detectar drogas, o las compañías aéreas nos sentarían a la puerta de los lavabos, extintor en mano, para pillar in fraganti a los desaprensivos que no pueden evitar fumar dentro.

El humo del puro es mi enemigo número uno, le sigue el tabaco negro y después el rubio. El café por la mañana me mata y los fritos me repugnan. Esto significa que no puedo entrar ni en las cafeterías, ni en las tascas, ni en las casas de comidas, ni en casa de mi madre, que le encanta freír chuletitas de lechal. En fin...que yo creo que el cuerpo es muy sabio y me provoca la naúsea en cosas que afectan a mi budita feliz. O, ¿será él el que desde su centro de operaciones manipula mis glándulas y hormonas? Ay, qué gracia, ahora me lo estoy imaginado en su cabina hermética manipulando botones, como si estuviera sentado frente a una mesa de mezclas de efectos especiales, pulsando los botones de hormonas, sentidos, humor, antojos, naúseas, vértigos, hinchazón de piernas, aumento de mamas... etc. Creo que he visto mucho Érase una vez el hombre en mi infancia.
Por el contrario, hay olores que me hacen salir corriendo en dirección opuesta al origen del aroma no por asco, sino por un deseo incontrolable de lanzarme sobre el generador del olor y devorarlo con la mayor de mis ansias. Me refiero al olor de los embutidos. Me muero por un racioncita de jamón ibérico, un bocata de mortadela, o de chorizo, o de salchichón y todo lo que atañe al cerdo. ¿Tendrá algo que ver que mi horóscopo chino sea el cerdo? Creo que cuando salga de ésta voy a pasar unas vacaciones en una matanza en Extremadura en vez de en un balneario. Ya he pedido que en vez de bombones me regalen un jamón. Vaya penitencia, ni que fuera judía o musulmana.
Y por si creéis que estoy exagerando, aquí tenéis a la mamá de Shin Chan para que os lo cuente.



lunes, 11 de mayo de 2009

El bebé Zen


Ser bebé no tiene que ser muy duro, máxime cuando están dentro de una piscinita todo el día, como pez en el agua, sin otra cosa que hacer que jugar con el cordón umbilical, duermen a pata suelta, comen cuando les apetece sin que les obliguen a nada, escuchan las conversaciones de los mayores, dan patadas a la barrigota de la mamá y encima a todo el mundo se le cae la baba porque el muñeco se mueve, nadie les achucha ni les pone caras ridículas, ni saca a la luz voces de la infancia perdida. ¿Por qué no hablamos como siempre? ¿Por qué comenzamos a emitir esos sonidos onomatopéyicos tan extraños?
Ser bebé es un regalo despiadado que nos hacen por venir al mundo cuando en realidad el regalo tendría que hacérsenos cuando nos fuéramos. Menuda gracia para el bebé haber pasado los nueve primeros meses viviendo como un malajá, aislado del mundanal ruido, para que después lo saquen del acuario y lo lancen a este mar de lágrimas. No voy a ponerme pesimista, no es el caso, pero, reflexionando un poco... ¿no sería mejor, y habría más aliciente, si naciéramos ancianitos? ¿no sería mejor que la muerte fuera la despedida del óvulo y el espermatozoide? Es que el mundo está desordenado, nadie se ocupa de pensar en estos detalles. Nos pasamos la vida trabajando y malviviendo para jubilarnos y empezar con los achaques físicos y mentales. No es muy justo tener el tiempo libre sólo para hacer viajes con el inserso a balnearios, zonas de buen clima y relax. No es justo haber vivido para acabar haciéndole más visitas al médico que a los nietos.... ¡Ay!, que mi pequeño inquilino me acaba de dar una patada, creo que es una llamada de atención para dejar de lado las malas vibraciones y este rollo patatero de "Dios mío, a qué mundo cruel voy a traer a mi pequeño ser". Al final todos nos adaptamos y buscamos la sal de la vida. En fin... que ya no me pongo en lo peor, pero si los bebés supieran lo que les espera, harían lo que este bebé alemán y no es para menos.




Gracias, Tita Ana, por regalarnos este video.

viernes, 8 de mayo de 2009

El alienigena



Hablar de Gestante me resulta algo extraño. Me recuerda a los Replicantes de Blade Runner. Y en realidad algo de ciencia ficción hay en todo esto (ya hablaré sobre la persecución de las gestantes). Pero me resulta
scifi sobre todo porque aún no puedo creerme que se pueda crear una vida de un acto sexual. Si lo pienso bien me parece psicodélico, psicotrópico, psicosurrealista por mucho que me lo expliquen.
La primera vez que vi a mi diminuto inquilino tenía un mes y medio de vida. Era una miniatura de ser extraño, como un marciano nadando dentro de mí o para hacerlo más de este mundo, como un Barriguitas de Famosa calvo. Recuerdo que los sentimientos se me agolparon anárquicamente. Por unos instantes sentí una emoción inimaginable, y otros estaba tan alucinada que no entendía cómo había entrado ese pequeño ente en mi cuerpo. Pero lo más impresionante de todo fue cuando pareció que notó mi alucinación y me saludó con la mano, como diciendo: "hola mamá, ya estoy aquí...". Entonces fue cuando su papá, el gestador, y yo nos miramos y nos emocionamos. Era verdad, ese alien que nos miraba desde el monitor de plasma era nuestro bebé.
Ahora que han pasado seis meses y medio, soy más consciente de que el marcianito ya forma parte de nuestras vidas. En realidad me tiene dominada y sometida a sus caprichos. Me da patadas cuando me enfado, no me deja comer pepinillos en vinagre porque le da hipo, me pide hamburguesas cutres fast food (que no comerá cuando salga), me aplasta la vejiga a media noche para que me levante y después patalea para que no me vuelva a dormir. Yo creo que se ha montado un gym ahí dentro y se está poniendo cachas. En la última ECO se veía un biceps de impresión, en primer plano, como si supiera que le estaban fotografiando y sacara músculo "¡Toma cacha!" parecía que nos decía. En la ECO20, una de las más importantes, decidió ponerlo más difícil. Justo cuando le enfocaban a la cara puso su minúscula manita sobre su rostro para no salir en la peli y cuando llegó el momento de confirmar el sexo, se dio media vuelta y nos enseñó el culo. Yo miré al Gestador, que también es otro mutante, ya os lo contaré, y le dije: "en eso ha salido a mí".
En fin, que finalmente pudimos confirmar que era un varón y cambiarle el nombre porque durante dos meses era nena y se llamaba o Nuria o Nora. Y ahora le hemos puesto Adrián, que en caso de que sea gay también le queda bien. Y sí, esta vez era la definitiva. A nuestra pregunta de "¿Está segura, doctora?", nos respondió: "Sí, es completamente seguro, evidentemente es un varón". Dio mio..., pues sí que es un varón. Imaginad mi exclamación. E imaginad también la cara del Gestador pensando: "y en eso se parece a mí".
Al principio me hacía más ilusión que fuera una feminucia porque las nenas son más cursis, sabiaondas, más listas y más espabiladas que los nenes, pero después no me importó y me mentalicé, convencida ahora de que es mejor un maschietto para alguien como yo. La semana que viene lo veré en versión 3D y en color. A ver qué trastada nos monta desde su centro de operaciones.

La gestante Kafkiana



Uno de los momentos más cómicos del día sucede al intentar levantarme de la cama. Afortunadamente aún puedo dormir del lado izquierdo y boca arriba, aunque esta última posición la evito porque me doy miedo, parezco Sarah Bernhardt durmiendo en su ataúd. Además, tendría que ponerme un cojín en las rodillas para que mi espalda no sufra. Y luego dicen que el embarazo no es una enfermedad.... Pues no me imagino a los seres sanotes teniendo que recurrir a todo tipo de estrategias para dormir.
El año pasado cambié de cama, colchón incluído, y compré uno de esos de viscolatex que se adaptan a las curvas pronunciadas. Y es que esto de haber nacido con un cuerpo pin-up tiene sus inconvenientes. Qué bien me habría venido un cochón de muelles, de esos que te mueves un poquito y te tira de la cama. Pero no, en mi nuevo colchón el cuerpo se me queda bien metidito en su molde y de ahí no lo mueve nadie.
La escena de mi despertar es parecida a la de Gregorio Samsa en el magistral libro Las metamorfosis de Kafka.

"Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos.
(...)
«¿Qué pasaría -pensó- si durmiese un poco más y olvidase todas las chifladuras?»

Pero esto era algo absolutamente imposible, porque estaba acostumbrado a dormir del lado derecho, pero en su estado actual no podía ponerse de ese lado. Aunque se lanzase con mucha fuerza hacia el lado derecho, una y otra vez se volvía a balancear sobre la espalda. Lo intentó cien veces, cerraba los ojos para no tener que ver las patas que pataleaban, y sólo cejaba en su empeño cuando comenzaba a notar en el costado un dolor leve y sordo que antes nunca había sentido"

Finalmente consigo incorporarme gracias a una estrategia que he ideado de pies palanca, al puro estilo "Enredos", ese juego infantil con círculos de colores y manos y pies donde los amigos nos enredábamos hasta no saber si la mano era el pie y si ese pie era el tuyo. Pues bien, la estrategia de pies palanca consiste en sacar una pierna de la cama e introducir el pie entre el canapé y el colchón. La otra pierna se entrelaza con la pantorrilla y se presionan los dos pies ayudada por el impulso de los codos, que se van elevando hasta que las palmas de las manos sirven de base al peso. Así de sencillo. No tiene más misterio que las horas empleadas en diseñarla, destrozándome los riñones y aguantando las quejas del futbolista que llevo dentro. Pero una vez que se coge el tranquillo es bien fácil.
Y después de incorporarme en el borde de la cama toca dar el paso de pisar suelo firme y ponerme en marcha. Pero ésa es otra historia.

jueves, 7 de mayo de 2009

Me parto de parto



Sí, es verdad que me parto, pero me parto de muchas cosas, menos de risa. Porque este estado de gravidanza es todo menos gracioso. O quizás sí lo sea. No sé, pero resulta que después de varias sugerencias por parte de amigos (sobre todo de Tía Ceci) de contar cómo me siento en este nuevo estado, me he decidido y aquí estoy yo, a tres meses de dejar de partirme de parto para después partirme de ternura o en varios trozos de mí misma, porque me hará falta un milagro como el de los peces para que me crezcan más brazos y más manos. Y es que esto de ser un Kinder Sorpresa me está dando carrete y creo que ya va siendo hora de que sea revelado. Así pues, espero que disfrutéis del punto de vista de una gestante un tanto particular.