miércoles, 20 de mayo de 2009

Pataditas en código morse

Últimamente mi uteronauta se está intentando comunicar conmigo mediante patadas en código morse. Yo aún no lo pillo, pero estoy en ello. Porque no os creáis, esto tiene su miga.
Después de martirizarle con el Réquiem de Mozart durante varias semanas, cambié a música algo más marchosa, no fuera a ser que el niño me saliera melancólico o depresivo. Ya tendrá tiempo para deprimirse, motivos no le faltarán al pobre. El caso es que no ha tardado mucho en cogerle el ritmo a Ricky Martin y sus discípulos. Aunque más bien parece que me pide que le ponga a Michael Jackson. Menudo esfuerzo sacarme a mí de la música clásica y la ópera y poner esas molestias acústicas. Bueno, no voy a ir de snob, que a mí me gustan los grupos raros, muy cañeros, pero como le ponga eso al pobre me electrocuta las vísceras. Así es que me muevo por el canal latino de la tele y a mover los brazos, que es lo único que puedo mover por ahora. Parezco un teleñeco.
El caso es que aún me resulta tan raro sentir que hay un duende que camina dentro de mí y va a tientas buscando la salida, esa puertecilla que hay en el suelo por donde se llega a nuestro mundo. Y es que las puertas que nos comunican con el otro lado siempre están en el suelo, pero claro, eso él aún no lo sabe. Mientras tanto ahí lo tengo. El muy listillo ahora quiere salir intentando demoler mi tripa con los pies.
Con la claustrofobia que tengo yo y mi miedo al agua, no me gustaría estar en su pellejo. Es como si estuviera en un sarcófago acuático. ¡Qué cosa tan rara! No sé cómo pude resistirlo, o ¿es que yo nunca fui un feto? A veces me lo pregunto, pero mi madre sigue asegurándolo. Yo nací como todos los niños del mundo. Bueno, de momento me lo creeré.
Ahora me está dando un toque, creo que significa: "mamá, deja tus pajas mentales para otro momento que esto no es un blog gótico ni ninguno de tus poemarios existencialistas". No, si me ha salido sabiondo el nene.
Cuando llevo mucho rato calladita, osea, todo el tiempo, me da un repique de talones, que yo entiendo como: ¡habla, mamá, que el coco se te va a indigestar! ¡dime cariñitos! ¿No estaré gestando al clon de Shin Chan? Tiene toda la pinta.
Cuando tiene hambre ensaya penalties contra la boca de mi estómago. Os podéis imaginar cuál es el gol y cómo suena. El caso es que me tiene confundida y embelesada. No sé si quiere sacarme de dudas sobre sus aspiraciones en la vida y me está comunicando que será futbolista, bailaor de flamenco, batería en un grupo rock, boxeador, imitador de Michael Jackson, nadador estilo crol o simplemente un demoledor de tapias. Quizás sólo le dé por intentar estirarse. Me recuerda a los contorsionistas en los espectáculos de magia que se metían en una maleta y luego desaparecían. Pero claro, también tenía truco en la trampilla del suelo. Dios mío, ya empiezo a ver partos por todas partes. Si me paro a pensar, la vida es un paritorio repleto de vaginas (uy, los psicoanalistas... ya los veo poniéndome en la mesa su tests de Rorschach). Decía que la vida es un paritorio repleto de vaginas (me viene la imagen de la puerta-vagina de la casa del pintor en El lado oscuro del corazón de Subiela). Bueno, sigo. Rebobino. La vida es un paritorio repleto de vaginas (ahora me acuerdo de Fele introduciéndose en la mega vagina de su amante en Hable con ella de Almodóvar). Lo siento, no puedo acabar la frase, esto comienza a convertirse en el monólogo de la vagina. ¿Por qué la vagina da tanto juego? ¿Cómo no va a dar juego si la vagina es la puerta de la vida?
Bueno, os dejo, que Adrián me está pidiendo en código de pataleo que le ponga a Nirvana. Parezco su DJ.

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