miércoles, 13 de mayo de 2009

El gen tecnológico



Cuando era niña solía imitar a mi padre en cada uno de los movimientos que hacía. Desafortunadamente, mi padre no era el señor tranquilo que ahora es, sino un osado trasteador de aparatos electrónicos. Los destripaba hasta descomponer sus vísceras y creaba nuevos cacharros. Era algo parecido al creador de Frankenstein, pero tecnológico. No se daba cuenta, el pobre, de que cuando se marchaba a trabajar, su muñeca diabólica repetía sus mismos pasos. Hubo una vez que le dio por escudriñar en los entresijos de la televisión en blanco y negro, la única que teníamos por aquella época. Yo había estado a su lado sentadita, toda buena, viendo cómo desatornillaba el tubo catódico y dejaba en volandas el aparato. Y cómo no, yo hice lo mismo cuando se marchó. ¡Qué mundo tan maravilloso lleno de fusibles y cositas pequeñas! Empecé a trastear por dentro como si fuera un cirujano. Me expuse a uno de los mayores peligros que una niña tan pequeña puede tener y tuve la suerte de que tengo una madre de ésas de antes que no me perdía de vista más de diez minutos, lo justo para evitar que muriera achicharrada. El castigo no pudo con mi gen paterno. Seguí repitiendo los pasos de mi padre hasta ahora. Espero que mi vejez sea como la suya, es un hombre zen que cultiva tréboles de cuatro hojas, que después seca y utiliza para hacer cuadros, y va a todas partes con su cámara de fotos en mano fotografiando las cosas más absurdas del mundo, como la cola del pan, brujas en las administraciones de lotería, la composición de los platos en los restaurantes, etc... . Y esta cámara se ha convertido en el objeto más importante de su vida. Ahora ha cumplido su sueño frustrado de ser fotógrafo. No empezó mal. Con su primer sueldo, a los 16 años, se compró una Kodak, de ésas de fuelle, que ha seguido usando hasta que su hija, la que escribe, le regaló una cámara digital. Entonces vio el cielo abierto, podía controlar y modificar las imágenes a su antojo. Era una cámara mágica. Desde entonces, es feliz.
Yo no he heredado este gen por la fotografía. Es más, sigue vivo el del destripe. ¡Dios mío, no conservo ni una muñeca sana, están todas mutiladas y sin vísceras de bolitas! (No os preocupéis, no soy Hannibal Lecter ni llevo sus genes y me desmaya ver sangre). Menos mal que mi muñeco humano es un nene y puede heredar mis clips de Famobil, indestructibles. Pero... su papá, el Gestador mutante, sí lleva este gen y es también un gestador de imágenes. No sólo va dejando su mente en lienzos sino que le da por fotografiarlo todo. Así tiene la memoria informática, colapsada por imágenes de cualquier cosa que le inspira. Creo que he repetido patrón masculino... y el gen es ahora mucho más fuerte. No me extrañaría que nos ocurriera lo mismo que a esta parejita de padres incipientes. Veamos.



(Gracias de nuevo, Tita Ana, por el video)

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