Ser una gestante kafkiana con tendencia al surrealismo y dramatización poética tiene sus consecuencias, máxime cuando todo ello se combina en el único reducto de descanso mental que me queda: el sueño.
Pues resulta que últimamente no paro de soñar excentricidades. Si Freud me leyera, no tardaría en darme su diagnóstico, y éste tiene mucho que ver con mi impaciencia. A menudo escucho decir que el último trimestre es el mejor de todos. ¡Y un cuerno! Qué manía tan poco reconfortante nos han transmitido muestras madres (salvo la mía que puso verde su embarazo), de hacernos creer que estar embarazada es el estado de felicidad suprema. Discrepo. Estoy absolutamente segura de que el momento climax, superior e insuperable es el momento del parto, pese a que se crea que es el peor. Tiene que ser espectacular el momento de la visión del alumbramiento. Es como si el duendecillo que se manifiesta dentro de nosotros, de repente decidiera dar la cara. No veo la hora de que llegue ese momento, el mientras tanto tiene sus pros y sus contras, como todo en la vida. Que no me vengan con ñoñerías, que yo lo único que quiero es ver a Adrián.
Bueno, pues volviendo a mi sueño. Lo mío es el colmo. Anoche soñé de nuevo que daba a luz a mi bebé y como cada noche era sietemesino, salvo que esta vez el bebé aparentaba unos 12 meses de vida, estaba repeinado y vestía un trajecito de chaqueta, como si fuera un mayor. ¡Qué detalle! -- pensé en el sueño -- si ha venido vestido de domingo para conocerme, como si fuera una cita a ciegas. Y nunca mejor dicho; se trata de una cita a ciegas porque el pobre no tiene ni idea de quién soy, sólo me ha escuchado reír, llorar, gritar, cantar, callar durante horas, roncar (me acabo de enterar, pero es la postura, claro)... En fin, que las referencias que tiene de su madre son sólo acústicas y de ahí se creará una imagen de su progenitora. En cambio, yo sólo le siento darme pataditas y le veo una vez al mes a trozos y en blanco y negro. Claro que yo tengo más información de él, al menos genética y astrológica. Será leo como su papi y su mami. Menuda jaula de leones. ¿Quién será el rey? Está claro....
Lo curioso del sueño (y esto es para psicoanalizar detenidamente) es que de repente me doy cuenta de que aún no le toca nacer y le digo que lo siento muchísimo, pero que tendrá que esperar dos meses más, que si no me sale géminis y yo quería que fuera leo. El pobre, con cara de desilusión me dice:
-- Hombre mamá, que más te da, ya que estoy aquí, me quedo ¿no?
-- Ah, no no, ni hablar. Lo que me faltaba, ya nacen hablando y opinando. Tú dentro de mí otra vez y te esperas ahí dentro calladillo hasta que te toque nacer.
El pobre Adrián vestido casi de comunión, me pide que le deje quedarse, pero yo soy implacable.
-- De eso nada, y ahora te voy a afeitar la cabeza, que me vas a hacer cosquillas con el pelo. Ya te crecerá de nuevo en tu nave uterina.
Menos mal que sonó el despertador y me sacó del enredo.
Ahora lo único que quiero es que mi reloj biológico haga tic tac y dé las 12 contracciones para que anuncie su llegada y poder brindar con un buen vinito, que ya toca, menuda abstinencia.
Os dejo un video con una voz que me recuerda a la de Dario Grandinetti. Éste es el momento del que hablo, el momento de mi impaciencia. Para comérselos.
martes, 26 de mayo de 2009
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